top of page

[www.mariadeagreda.org] Sor María de Jesús de Ágreda, fue una de las grandes figuras del siglo XVII, el llamado “Siglo de Oro del Barroco"; un siglo también marcado por la decadencia y la crisis generalizada, de la cual España no escapó.  Sin embargo, esto no fue obstáculo para que el Señor Dios hiciera su obra en la Madre Ágreda.

Esta mujer humilde, sencilla, tímida, de escasos estudios; llegaría a ser con el tiempo: consejera de grandes figuras, entre ellas el rey Felipe IV; evangelizadora sin salir de su convento; mística, abadesa, gran escritora, su obra más conocida es la Mística Ciudad de Dios, en la que narra la historia de la vida de la Virgen María; también escribió otras obras, como su Autobiografía, El Jardín Espiritual, Las Sabatinas, una especie de diario espiritual, y otras tantas obras más.

Pero, Sor María de Jesús de Ágreda fue, sobre todo, una mujer enamorada de Dios; en toda su vida lo único que deseaba era hacer lo agradable a los ojos del Señor Altísimo, y para esto la Virgen María, en su misterio de la Inmaculada Concepción sería su modelo a seguir. Diría Sor María a la Virgen: “Madre, Señora y dueña mía, mándame como reina, enséñame como maestra, corrígeme como Madre.” 

SOR MARÍA DE JESÚS DE ÁGREDA

(1602 - 1655)

Hacer la voluntad de Dios era su delicia y para esto se serviría de las doctrinas que le daba la Virgen María al escribir la Mística Ciudad de Dios. Otra manifestación de su gran amor a Dios era su amor al prójimo y de ahí su gran preocupación de que “todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad ” (1 Tm 2,4 ).

 

La gran decisión familiar

 

Hacia el año 1615 los padres de sor María de Jesús, tomaron una decisión desconcertante para la población agredeña: Convertir el hogar doméstico en convento concepcionista. Todo sucedió de forma muy original: Catalina Arana había tenido una visión en que se le decía debía hacerse religiosa y convertir su casa en convento. Fue a consultar su revelación con su confesor que vivía en el convento franciscano de San Julián a extramuros de la Villa. Con increíble sorpresa, se le hizo encontradizo su propio confesor, en un lugar que todavía se señala en el término de los muros del Convento, que venía a hablarle de la visión que había tenido también él sobre la fundación querida por Dios. La cosa tenía todas las pruebas de origen divino.

Ella y sus dos hijas, permanecerían en la casa familiar convertida en convento; el cabeza de familia ingresaría franciscano; los otros dos hijos ya habían optado por la vida religioso- franciscana. Hubo sus más y sus menos en el seno de la familia, y también en el vecindario, que consideraba tal sueño como un agravio al matrimonio. Al final, triunfó el proyecto;  y el 1 de marzo de 1618 se firma la escritura por la que los Coronel-Arana donan su hacienda para la nueva fundación.

Catalina Arana y sus hijas decidieron que la familia religiosa a la que se había de confiar la nueva fundación había de ser la orden contemplativa de la Inmaculada Concepción, y de la rama estricta de las recoletas o descalzas. El 8 de diciembre se celebra la primera misa en el improvisado convento y el 13 de enero de 1619 toman el hábito concepcionista María Coronel (cambiando su nombre de pila en Sor María de Jesús), su hermana Jerónima y Catalina, su madre. Francisco Coronel ingresa en el convento franciscano de San Antonio de Nalda.

Para abrir el proyectado monasterio y proceder a la erección canónica, vinieron del convento de San Luis de Burgos, tres religiosas concepcionistas que iniciaran a las aspirantes en el espíritu de santa Beatriz de Silva. La presencia de las monjas burgalesas en Ágreda duró cuatro años. Terminado el período de la formación de las primeras religiosas, regresaron a su monasterio de origen.

Para dar nuevos vuelos al monasterio agredeño, llaman las nuevas profesas a otro grupo de tres monjas del monasterio del Caballero de Gracia en Madrid. Al cabo de otros cuatro años regresan también éstas a Madrid.


El monasterio de Ágreda cuenta con suficientes elementos propios como para llevar adelante la plena observancia de la vida concepcionista recoleta. 

La Religiosa

 

 En 1620 hace la profesión y comienza toda la trayectoria de su vida mística, marcada también por la enfermedad, la tentación y otros "trabajos".

La vida de la M. Ágreda es impensable sin el marco de la clausura concepcionista. La orden de santa Beatriz la orientó hacia el misterio central de la Inmaculada Concepción, que había de ejercer en toda su vida una fascinación humanamente inexplicable.

La inexorable reclusión de la vida enclaustrada encauzó la fuerza poderosa de su inteligencia y de su voluntad hacia un crecimiento en dirección vertical. La estrechez del monasterio primero, reducido a los muros de la casa paterna, lanzó a la adolescente María de Jesús a una vida de superior expansión hacia la mística. Sus primeros años de religiosa se ven marcados por fenómenos religioso-místicos paranormales: éxtasis, raptos, arrobos, ingravidez....

Comenzó esta etapa a los 18 años aproximadamente. La forma que los trances místicos revistieron era la del éxtasis. La joven concepcionista permanecía inmóvil e insensible por espacio de dos o tres horas. El éxtasis venía acompañado de la levitación. Se elevaba sobre el pavimento y adquiría una levedad tan pasmosa, que un pequeño soplo podía mover en uno y otro sentido la masa ingrávida de su cuerpo. Se enardecía su rostro hasta tomar la forma de un verdadero serafín. Y estos arrobos llegaron a más del millar.

Su confesor -Juan de Torrecilla- los divulgó indiscretamenete y las mojas fomentaban la publicidad. Mucha gente acudía verla en tal estado, el fenómeno duró hasta 1623: "fui al Señor- nos dice- y postrada ante su Ser inmutable, le dije que no me había de levantar hasta que me concediese quitarme todas las exteiroridades."  A petición de la propia Venerable, Antonio de Villalacre, ministro provincial de Castilla (1620-1623), terció en el problema para poner fin a semejante exhibición.

Mas la cesación de las exterioridades trae una concentración de lo sobrenatural en el interior de la monja, la cual empieza a vivir unos fenómenos únicos de bilocación que le hacen actuar a distancia de miles de kilómetros.

El año 1627, a sus 25 años, es elegida abadesa, cargo en el que perduraría hasta su muerte, exceptuando el trienio 1652-1655. ¡35 años en total!. Su talante fué -al parecer- la prudencia, la eficacia, la suavidad, sin caer en la blandura. Facetas altamente simpáticas de su personalidad son la naturalidad, la sencillez, el carácter humano y afectuoso...

Su vida espiritual se desarrolló en tres etapas, a las que ella llamaba noviciados: la imitación de la Virgen María, la imitación de Cristo y la entrega de sí misma a Dios; cada uno de los procesos los ratificaba mediante una especia de profesión. Desarrolló principalmente las virtudes de ciencia, prudencia, mansedumbre, fe y penitencia.

La Escritora

 

En los siglos XVI y XVII, la sociedad era contraria a que una mujer escribiera, mejor dicho, las mujeres tenían pocas oportunidades para expresarse y su condición estaba por muy debajo de la figura masculina. El convento a pesar de que, las religiosas, estuviesen sujetas a ciertos controles y a la autoridad de sus superiores o confesores, ofrecía un lugar ideal para desarrollar y cultivar las cualidades literarias y culturales. Uno de los casos más destacados del siglo XVI, fue santa Teresa de Ávila, insigne escritora castellana. Esta mujer tomó la pluma y plasmó con ella destacadas obras de la mística y, sobre todo, con su autobiografía, la Santa de Ávila fue modelo y ejemplo para muchas otras figuras femeninas. Sor María de  Jesús de Ágreda fue una de éstas.  

     Sor María de Jesús está considerada dentro de las primeras escritoras españolas, tanto en el campo de la mística como en la literatura. En  el año 1726, la Real Academia Española incluyó a Sor María en el primerDiccionario de Autoridades. A decir de Emilia Pardo Bazán: “La Venerable de Ágreda merece figurar entre nuestros clásicos por la limpieza, fuerza y elegancia de la dicción; entre nuestros teólogos por la copia y alteza de la doctrina; entre nuestros escriturarios por la lucidez de la interpretación.” 

DESCARGA LA

MÍSTICA CIUDAD DE DIOS

La Madre Ágreda, fue una mujer con una inteligencia luminosa y, sobre todo, con un corazón apasionado, profundamente enamorado de Dios, esto lo vemos plasmado en todos sus escritos, hasta en las cartas dirigidas al  Rey Felipe IV.  Fue una escritora fecundísima, autora de una serie de obras y cartas de diversos matices, algunos con enseñanzas admirables de política, siempre con un sentido completamente cristiano y moderno. Otras con contenido místico, donde se pueden ver sus méritos de escritora mística, de fuerza, inspiración, de virtud creadora. Esto se debió en parte a que, a medida en que  María de Ágreda fue evolucionando en las diferentes etapas de la vida espiritual y mística, sus escritos iban adquiriendo más madurez. Por ejemplo, sus primeros escritos son de un estilo más juvenil, más vivos, más sencillos, más expresivos; si bien exponen ya las ideas y frases con el orden admirable de su “varonil”  y disciplinado entendimiento. 

Sin embargo, Sor María no es una escritora por el sólo hecho de serlo, es decir, la mayoría de sus escritos, fueron redactados por la obediencia de la Madre Ágreda a sus confesores y directores espirituales y por supuesto, por mandato divino. Muchos de sus grandes obras, no hubiesen existido sino es porque Sor María veía en los mandatos de sus confesores la voluntad de Dios, por lo cual no podía resistirse a las órdenes de sus prelados. Ella, misma nos lo dice en su más destacada y gran obra, la Mística Ciudad de Dios:

 

“Esta divina Historia, como en toda ella queda repetido, dejo escrita por la obediencia de mis prelados y confesores que gobiernan mi alma, asegurándome por este medio ser voluntad de Dios que la escribiese y que obedeciese a su beatísima Madre, que por muchos años me lo ha mandado; y aunque toda la he puesto a la censura y juicio de mis confesores, sin haber palabra que no la hayan visto y conferido conmigo, con todo eso lo sujeto de nuevo a su mejor sentir y sobre todo a la enmienda y corrección de la Santa Iglesia católica romana, a cuya censura y enseñanza, como hija suya, protesto estar sujeta, para creer y tener sólo aquello que la misma a  santa Iglesia nuestra Madre aprobare y creyere y para reprobar lo que reprobare, porque en esta obediencia quiero vivir y morir. Amén.”

Según los entendidos en la materia, estas características de escribir por mandato divino y en obediencia a los confesores, era común en la época debido a la condición de inferioridad en las que se encontraba la mujer, esto le confería cierta autoridad a su escritura. 

Sin embargo, “la escritura de María de Ágreda entra, como toda su vida, en el mismo proceso de obediencia radical. Para ella escribir fue una de sus principales penitencias.” (François Bonfils). Esto se ve palpable en la Mística Ciudad de Dios. Sor María, se resistió por espacio de diez años a escribir esta obra, en cuanto hubo escrito la primera versión, por obediencia a un confesor anciano, decididamente contrario a que las mujeres se pusieran a escribir de cosas teológicas, quemó todo el manuscrito. Sólo doce años después, por mandato de otro confesor, el P. Andrés de Fuenmayor, emprendió bajo su obediencia, la segunda redacción de la vida de la Virgen, en torno al año 1655, quedando concluida el 6 de mayo de 1660. 

María Coronel Arana, es también, una escritora que investiga los temas que va a tratar; que pregunta, que no se queda con las dudas. Como lo haría cualquier escritor contemporáneo. Poseía una bibliografía abundante, que aún se conserva en su monasterio. Es una escritora que habla de lo que sucede en su época y de las corrientes que están en boga en el tiempo en que le toca vivir. No podría ser de otra manera, cualquier escritor está influenciado por su entorno, de ahí que en ocasiones resulte un poco difícil leer a está mujer, pues, Sor María de Jesús, vivió en el Barroco. Una de las características más comunes en la literatura del Barroco era escribir con estilo elegante, “sublime”, por esto el lenguaje que utiliza María de  Ágreda en sus escritos suele ser muy elevado y muy adornado, tal como sucede con el arte del Barroco.  
 

Pero, si quitamos todo ese ropaje del Barroco, nos encontraremos con páginas hermosas, llenas de mensajes que hablan al corazón y cantan las más bellas alabanzas al Señor y a la Virgen María.  Es lo único que quiso Sor María, glorificar a su Creador y honrar a María Inmaculada. Y para ello sus escritos fueron una fuente arrolladora. Quiera Dios que el lector de sus obras se acerque a ellas no sólo buscando conocer a esta mujer sino también buscando conocer a Aquel que fue su máxima inspiración.

 

Para finalizar, reproducimos textualmente unas palabras que escribió el P. Andrés Ocerín Jáuregui, en ocasión al III Centenario de Sor María de Jesús de Ágreda en 1902, publicadas en Tarazona. El P. Ocerín nos describe hermosamente algunas de las características del estilo literario de dos mujeres que son grandes místicas y escritoras españolas.

 

“Cada autor imprime en sus escritos el sello propio que suele revelarnos, no solamente el carácter moral, sino también la constitución física, la educación, y aun la clase de vida que ha llevado: y así Santa Teresa y María de Jesús hacen del papel el confidente de sus almas, a él confían sus secretos más íntimos, le explican los más delicados sentimientos del corazón y en él nos dejan el fiel retrató de su gran espíritu.

 

Teresa es la personificación del amor espiritual que abrasa, que ciega, que vuela, que prorrumpe en fuertes gemidos así que pierde de vista a su Amado, que se alboroza y salta de alegría al encontrarle.

 

Sor María de Ágreda es la encarnación del amor que alienta, que discurre, que anda siempre reflexivo, pausado y quieto, que se adormece en la dicha, que languidece en la contrariedad: María es el ángel temporalmente desterrado del Cielo, que alaba y abraza a Dios en poseyéndolo, y suspira como tórtola al perderle de vista.

 

Teresa ve a Dios y quiere poseerle. Sor María lo ve y quiere ganarlo. María de Jesús para gozar a Cristo, quiere imitarle, y para esto se mortifica. Teresa va a la mortificación para estar unida con él. María de Ágreda va en busca de Jesús. Teresa le sale al encuentro. María le adora. Teresa le abraza. María reza. Teresa canta. Ésta es más alegre; María más grave y severa. Ésta es más retirada y silenciosa; Teresa más resuelta. María ha estudiado el mundo; Teresa lo ha sorprendido. Teresa tiene más sentimiento; María más entendimiento. Teresa es una mujer sin igual; María es un hombre por su rara madurez y gravedad.


En sus escritos, como en sus caracteres, Teresa es apasionada, impetuosa, agitada y traviesa; Sor María es reposada sin abandono, activa sin agitación, afanosa sin inquietud.


Sor María discurre, convence, persuade y agrada; Teresa seduce y arrastra. María es filósofa y teóloga eminente; Teresa es más poeta: de aquí es que hallamos en sus obras interrupciones sin cuento, da rienda suelta a la imaginación y pasa a lo mejor de una explicación filosófica a una poesía vehemente; parece que nada le importan el método, el orden y el estilo, y, sin embargo, sus escritos resultan hermosos sin comparación; siente y escribe. María de Ágreda mantiene, en cambio, un orden perfecto, pasa de un punto a otro, demostrando de antemano la trabazón que mutuamente mantiene; analiza el valor de las palabras con todo cuidado, y, a pesar de ser mas científica, sabe dar amenidad, curiosidad y una hermosura sin igual a sus libros. María de Jesús siente, pero antes de escribir medita.”

 

[MARÍA DE ÁGREDA - www.mariadeagreda.org]

En 1622, una expedición de 26 franciscanos dirigida por fray Alonso de Benavides se adentró en el territorio de Nuevo México para llevar el Evangelio a apaches, navajos, comanches, xumanas... Esperaban encontrar la hostilidad que ya le había costado la vida a otros religiosos, y sin embargo se vieron recibidos "con grandes demostraciones de devoción y alegría, y hallaron a los indios tan bien catequizados que, sin otra instrucción, pudieron bautizarlos", cuenta fray José Jiménez Samaniego, general de la orden años después de los hechos.

 

Ya estaban evangelizados


Habían sido enseñados por una misteriosa Dama Azul (alusión a su hábito), quien siguió haciéndolo durante años y a quien, con el tiempo, los frailes terminaron identificando como Sor María Jesús de Ágreda (1602-1665), ya bien conocida en España por su santidad de vida y sus penitencias, éxtasis y levitaciones. Dos años antes había profesado en el convento de Ágreda (Soria), del que en 1627 fue nombrada priora.

EL DON DE LA BILOCACIÓN EN SOR MARÍA DE JESÚS DE ÁGREDA

Cuando, en la iglesita de Isleta, los frailes mostraron a los indios diversos retratos de monjas, todos sin excepción señalaron espontáneamente a Sor María como "la mujer joven y hermosa vestida de azul que les había hablado de Dios".

 

Una bilocación investigada a fondo


El caso es que la monja, que allí nació y murió, jamás salió de su pueblo ni del claustro en el que había entrado a los dieciséis años cuando ella y toda su familia se constituyeron en congregación franciscana por directa petición divina a la madre de familia.

Ante la patente sobrenaturalidad de la bilocación, pues, el padre Benavides informó a sus superiores en México y el rey Felipe IV, y en 1630 se trasladó a España para conocer a la religiosa y conminarla bajo juramento a decir la verdad. Ella le confirmó que, efectivamente, era llevada por ángeles a países para ella desconocidos a predicar a Jesucristo entre paganos e idólatras y explicarles cómo llegar hasta los sacerdotes que pudiesen bautizarles. Todo ello, sin desatender su vida y obligaciones conventuales, en uno de los casos de bilocación más asombrosos en la historia de las experiencias místicas.

Pero la bilocación de Sor María Jesús de Ágreda, que le concedió Dios precisamente para evangelizar, no la usó solamente en el Nuevo Mundo. En 1626 convirtió a un mahometano encarcelado en Pamplona a quien predicó en su celda rogándole se bautizase. Cuando el musulmán llegó a Ágreda, trasladado por su señor, pidió el primer sacramento y explicó que una misteriosa monja le había introducido en los misterios de la fe. Para comprobar la veracidad de la historia llegó a hacerse, ante notario, una "rueda de monjas", y tres -entre ellas Sor María Jesús- descubrieron su rostro para que señalase a su visitadora, lo cual hizo sin dudarlo en cuanto la vio.

La Inquisición le abrió un proceso en Logroño en 1635 que en diferentes fases duró quince años y se saldó declarándola inocente.

 

[RELIGIÓN EN LIBERTAD: www.religionenlibertad.com]

bottom of page